"Veremos, y yo desde el cielo, florecer nuestra humilde Congregación y llenos los puestos vacíos" M.M.

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    En Nuestra Congregación de Agustinas Recoletas, algunas Hermanas vivieron realmente una vida de santidad, ejercitándose en virtudes heroicas, destacándose por su humildad y por su espíritu de sacrificio. Murieron pues, en olor de santidad.

    Este apartado lo dedicamos a la feliz memoria de aquellas mujeres de Dios que por sus frutos de santidad hoy recordamos en nuestra Congregación con especial cariño.

    Aunque sabemos que no están canonizadas por la santa Iglesia,
queremos compartir con ustedes este don del Padre, pues tenemos el testimonio que nuestra fundadora, la Beata María de San José nos dejó. Ella lo pensó, lo dijo y lo sostuvo: eran realmente Hermanas santas y muy virtuosas.

    Con esta convicción de nuestra fundadora y del testimonio de quienes le conocieron, les ponemos a disposición los datos que de ellas conservamos, gracias a la delicada labor de la Hna. Dilia Barrios Marcano, a.r.c.j.






Es corto el tiempo que transcurre desde su ingreso hasta la muerte: Ingresa en 1906, toma hábito en 1907 y habiendo enfermado gravemente, pronuncia sus votos perpetuos el mismo año de su primera profesión o sea, en 1908. Poco sabemos de ella.
El 29 de junio de 1883 nace, y es bautizada en El Valle por el presbítero Antonio Llamosas con el nombre de María Iginia Díaz.
En la casa madre funciona una pequeña imprenta adquirida por el gran padre López Aveledo, quien tanto se interesa por su rebaño. Él ha comenzado a publicar una hojita dominical que se titula "Dios es caridad" en la cual aparecen noticias de la parroquia y de la Congregación por él fundada. Esta tarea la encomienda a la Hermana Arcadia, quien eficientemente la desempeña.
La Hermana Arcadia es también la encargada del coro, pues domina el órgano y el piano; pero lo que más complace a nuestra Madre María, es su gran espíritu eucarístico y su especial amor al sacrificio. Por ello, más tarde, en 1929, dará este mismo nombre a la inolvidable pianista, María Ruiz Soteldo, encareciéndole fuera "tan santa como la primera Arcadia"








Sus padres


La Novicia María Concepción, nace en Los Teques el 13 de Septiembre de 1897. Sus padres Balbino León y Encarnación Rodríguez de León le impusieron el nombre de Inés Margarita. Fue bautizada el 31 de diciembre del mismo año.

En el LIBRO DE LAS PROFESAS, señalada con el número 44 está la Hermana con los siguientes datos:
- Fecha de Ingreso: 10 de septiembre de 1919
- Toma de Hábito: 12 de septiembre de 1920
- Primera profesión: 10 de abril de 1921
- Profesión perpetua "in artículo mortis" (no señala fecha)

En el libro de las DEFUNCIONES, y en el número 6 escribe nuestra Madre María:
"Sor Concepción de San José, de ejemplar conducta, siendo tan ejemplar en la obsevancia hasta sus últimos momentos, que nos dejó edificadas; entregó su alma Señor el 15 de abril de 1921. Confortada con los santos sacramentos".



En el REVERSO DE UNA FOTOGRAFÍA de Sor Concepción con su hábito de novicia, nuestra Madre escribe:
"Mi querida y muy amada hija en Jesús, Sor Concepción, entregó su pura alma en los brazos de su dulce Esposo, el quince de abril de 1921, día viernes a las cinco a.m. Fue fiel observante de nuestra Santa Regla, y por eso no dudo decir que su dilecta alma voló de la celda al cielo. Jesús, María y José".

En otro pequeño libro de PROFESIONES Y RENOVACIONES, con la letra de nuestra Madre María, también bajo el número 44 dice:
"La Hermana María de la Concepción, pronunció los votos simples el 10 de abril de 1921 (en artículo de muerte) a los siete meses de novicia"

TESTIMONIO DE LA MADRE ÁGUEDA SANCHEZ SOBRE LA NOVICIA MARÍA CONCEPCIÓN:
En el tiempo del noviciado en Maracay - año 1942-43 - nuestra Madre María de San José, nos comentaba sus impresiones sobre la santidad de la novicia María Concepción León, de Los Teques, quien por haber contraído la enfermedad de la tuberculosis, la trasladaron de Maracay a esta ciudad. Próximo el decenlace, nuestra Madre fue avisada y viajó a Los Teques para recibir los votos de la novicia en artículo de muerte. En determinado momento se dirigió a la enferma diciéndole: Hija cuando esté gozando de Dios en el cielo, acuérdese de nosotras, a lo que ella respondió mirándola: - Madre, ¿cuándo esté gozando? ¡Si ya gozo! Su rostro se veía transfigurado.



DEDICATORIA MANUSCRITA DE NUESTRA MADRE EN TARJETA A SOR MARÍA CONCEPCIÓN EN EL DÍA DE SU TOMA DE HÁBITO:
"Amada hija en Jesús, Sor Concepción: Hoy en verdad es el día más grande de su vida; después de la primera comunión, no hay felicidad igual.
Hágase santa, muy santa, sea muy fiel a la gran promesa que hoy ha hecho. M.M."






Eleuteria Herminia Silva, en religión Hna. Justa, nació el 20 de febrero de 1876 y fue bautizada en Villa de Cura el 16 de mayo siguiente. Hizo su primera profesión en el año 1906 y la profesión perpetua en 1914.
Con qué cariño y admiración se recuerda a la Hna. Justa! Estuvo su nombre tan de acuerdo con su vida! Reflejaba bondad, placidez, entrega total al Señor; de una paciencia eminente, de la que dio pruebas a lo largo de sus 38 años de vida religiosa.
"Quiso que todas sus actividades se desplegaran en la más completa oscuridad; pero sus virtudes así ejercitadas, tenían que trascender y edificar... Deja tras de sí el mejor de los recuerdos" (Recorte de prensa sin el nombre del diario)
"La ejemplarísima Hermana Justa - testifica nuestra Madre María - entregó su santa alma en manos del esposo divino, el 12 de octubre de 1942 a las 8 y 1/4 p.m."
En una carta a la hermana María Luisa, nuestra Madre María escribe: "...La muerte de mi bonísima hija, fue santa de verdad, tranquila y apacible como fue su vida: en veinte días de gravedad no se le oyó una queja; nada, la sonrisa en sus labios y la paz en su alma, qué encantos! la he sentido como no se lo imagina Ud... esta alma que vivió 38 años en nuestra congregación, y que no haya una sola queja de ella, es admirable; ni como súbdita ni como superiora, verdad que es grande! Cuánto deseaba prolongar su vida para ejemplo de todas nosotras! pero Dios la vio ya de tiempo y arrancó la mata y tomó el fruto. Bendito y alabado sea en todo momento!..."





Apenas 11 años de vida religiosa. En el ejercicio de su primer destino: la atención de enfermos tuberculosos, contrae la enfermedad y es trasladada al hospital "Padre Cabrera" de Los Teques, donde permaneció durante 8 años hasta su muerte. Siempre apacible, sonriente, aún cuando la fiebre la devoraba a veces hasta 40°. Jamás se quejaba de nada ni exigía nada.
En Maracay, donde había ido para emitir su profesión perpetua, ocasionalmente alude a "su escardillita".

- ¿Qué escardillita? pregunta su compañera.
- mi cama, Hermana: Con ella labro mi cielo.

"Fue profunda y amorosamente eucarística: así Dios nuestro Señor le concedió comulgar hasta el último día de su vida.
Su gran lema fue CUMPLIR EN TODO LO MÁS MÍNIMO Y CON EXACTITUD LA VOLUNTAD DE DIOS. Por eso se le vio en su lecho de enferma de 8 años, amable, sonriente... Daba a su enfermedad los nombres más exquisitos: "diamante de gran valor", "margarita preciosa del evangelio"... Sufrió con calma silenciosa y hasta el heroismo todo cuanto Dios, que conocía su gran amor a la cruz, plugo enviarle. Morir? Qué sabroso! repetía en sus últimas horas. -Más, no Dios mío, que se cumpla en todo tu santa voluntad... 'Jesús, José y María' fueron sus últimas palabras" (G.R.M., LA RELIGIÓN, 11 de junio de 1942).





De tez morena, de expresión dulce, sencilla, muy sencilla; de escasa instrucción, pero de inteligencia práctica y sobre todo, de un corazón grande y generoso.
Enfermos, Hermanas y quienes la trataron, la consideraban "el amor viviente".
Nació el 17 de julio de 1878 y bautizada en Caracas el 10 de noviembre del mismo año, recibió el nombre de María del Carmen. Apellido: Echandía.
Desempeñó el cargo de superiora en el hospital "san José", de Maracay y en el "San Vicente", de La Victoria, durante muchos años.
"Qué victoriano no conoció a esta abnegada Hermanita...? Cuantos la trataron sabían de su bondad y de su generosísimo corazón" (LA RELIGIÓN, Notas de La Victoria, 1947)
La enfermedad truncó sus acrividades y fue trasladada a Los Teques -Edo. Miranda- donde murió. Existe una carta suya escrita a mano, donde se despide de nuestra Madre, le pide perdón y le "agradece por todo el bien que le ha hecho en la Congregación" (Diciembre 26 de 1945).

CARTA DE NUESTRA MADRE MARÍA A LA HERMANA MARÍA LUISA DEL 16 DE MARZO DE 1946:
"...La muerte tan pronto de mi amada y ejemplar hija, me ha llenado de inmensa pena lo pronto, lo inesperado; pero al mismo tiempo me llena de gran consuelo: no dejó un recuerdo desagradable; para todos y todas su amabilidad, su dulzura, su buen modo, su gran caridad! Qué hermoso es esto, verdad? Y los del mundo que la conocieron, todos la han sentido y no se oye sino: "Cuán buena fue". Gracias a Dios! pues en medio de otras terribles penas que llenan mi alma de una amargura amarguísima, me da esto un gran consuelo..."




Símbolo de servicio incansable, de bondad inagotable en el fiel desempeño de su oficio de portera en la casa madre, en Maracay. Con cuánta confianza se le manda, se le ocupa, se le exigen favores, hasta las jóvenes, y ella igual para todas...
Aquel grueso manojo de llaves es un continuo "tin tin" por los largos pasillos que ella tiene que recorrer multitud de veces; es como una campanita anunciadora... y con su rosario en la amano va regando avemarías, por toda la casa riega avemarías junto con sus sonrisas.
Su nombre? Josefa García, hija de Francisco García y Ludovina de García. Nació el 16 de julio de 1879 y fue bautizada en la parroquia Nuestra Señora de la Candelaria (Caracas) el 26 de Julio, 1879.
En el manuscrito "Trozos de una historia" de la Hna. Arcadia María, ésta dedica una página especial a la Hna. Aurelia el día de su muerte. Dice así:
"Hoy entregó su alma a Dios nuestra buena Hermana Aurelia. Su corazón era todo bondad, derramando a cada paso en su camino el puro amor de Cristo. La hermana Aurelia nos deja estela de inolvidables recuerdos.
...Muy breve fueron los días de su gravedad; casi nunca guardaba cama, y cuando cayó en esta ocasión, lo comprendió, recibiendo la noticia del grave estado de su enfermedad con admirable serenidad, y para consuelo de nuestra Rvda. Madre y todas las Hermanas, la oímos entonar dulces y fervorosas melodías, sobre todo en el momento de recibir la santa comunión.
Esta Hermana querida pasó en nuestra Congregación con la luminaria que da a las almas grandes el ideal que se vive y se siente".
"En verdad que su santa muerte nos ha causado honda pena, sobretodo a mí, que la dejé al parecer bien", comenta nuestra Madre en sus Escritos.
Y para es fecha, "La Religión" escribía:
"Fue la Hna. Aurelia una de esas almas llenas de bondad que pasan por la vida haciendo el bien sin esperar recompensa material alguna"

CARTA DE NUESTRA MADRE A LA HERMANA MARÍA LUISA EL 17 DE AGOSTO DE 1950.
"...¿Cómo le parece a Ud. la muerte de mi querida Hna. Aurelia? Acabando de hablar con Ud. con tanto gusto, cuando me llama la H. Casta María avisándome gravedad de la Hna. vomitando sangre; una cirrosis hepática le ocasionó este derrame intestinal y bucal, fue horrible! En 24 horas desapareció, enseguida me vine y llegué algo tarde por un choque con otros carros (no el de nosotras); pasé la noche con ella y a las dos de la madrugada entregó su alma al Señor con una tranquilidad única; como fue su vida, así fue su muerte; ella misma rezó las siete palabras y en todo su conocimiento tomó su crucifijo, lo contempló un rato, lo besó y lo estrechó contra su pecho y empezó a morir con una gran tranquilidad. Hoy hace 22 días que cantó y mandó que cantaran; en verdad nos dejó edificadas; así vemos partir a nuestros seres queridos. Once años estuvo la querida Hermanita en Coro; venía a los ejercicios como las demás, y se volvía..."





Toda ella irradiaba humildad, aún físicamente. Silenciosa, dispuesta siempre a servir a todos como la última de la comunidad.
Guadalupe Matos -así se llamaba- nació el 12 de diciembre de 1884 y fue bautizada en el Consejo (Estado Aragua) el día 25 del mismo mes y año. Habiendo hecho su primera profesión el 12 de septiembre de 1907, y la perpetua en 1913, prestó sus servicios, primero en Calabozo, Estado Guárico (región de los Llanos), y después durante 36 años, en el hospital "San José", de Maracay -enfermería y portería- hasta que una insuficiencia cardíaca la hizo guardar absoluto reposo.
A propósito de su muerte, nuestra Madre escribe:
"Fue fiel observante de la santa regla; ni la enfermedad ni nada la hizo dejar de cumplirla, de tal manera que en el estado de gravedad en que el médico la declaró, se levantaba a la oración y el feliz día en que expiró terminaba la oración, y al llegar a la celda murió; esta puntualidad a la oración nos debe edificar".
"Humilde, calladamente realizó sus deberes.. Murió en olor de santidad" (LA RELIGIÓN, Junio de 1949)





Juliana Ibarra, nacida en Guatire, Estado Miranda, el 9 de enero de 1869, y bautizada en la parroquia de candelaria -Caracas- profesó en la Congregación con el nombre de Agustina de San José, el 13 de septiembre de 1908.
Pasó la mayor parte de su vida religiosa en el hospital de Calabozo, Estado Guárico, donde se ganó el cariño y la admiración de todos: ricos y pobres.
Se distinguió por una humildad y caridad; por su espíritu de fe y oración. Su color negro, el que a veces le ocasionara desprecios, jamás fue para ella motivos de complejos o inhibiciones. Afable con todos, aún con los que le ofendían. Lo mismo curaba las más asquerosas úlceras, que alternaba con personalidades y dialogaba complacida con estudiantes que gustaban de visitarla y escucharla.
Cuánta unción en sus palabras! Junto con los caramelitos... una palabrita de Dios. Delicada hasta con sus vestidos, en la recepción de los sacramentos. Las catequesis a los enfermos, su hora santa de mediodía por los pecadores, es decir, su gran celo, la hacía derramar lágrimas con frecuencia.
Demostraba especial delicadeza con los más pobres. En cierta ocasión una joven que se identificó como la sirvienta; ella la corrigió dulcemente: "No, no. Ud. es una hija de Dios".
Al morir, dejó esparcido el perfume de su santidad.





Hermana Mercedes de San José (Ana Matilde León), oriunda de Guacara, Estado Carabobo. Primera maestra titular de la Congregación, egresada del colegio Peñalver de Valencia en 1905. Durante 30 años consecutivos fue catequista y formadora. Murió en Maracay en "olor de santidad" a los 104 años de edad el 8 de marzo de 1981.





Equilibrada, serena, fue para ella la devoción entrañable a la Sma. Virgen, una de las más grandes fuerzas que la llevaron a alcanzar las cumbres de la virtud en la línea de la sencillez mariana, del servicio abnegado y silencioso, como el de María.
Nació en La Victoria, el 27 de febero de 1873 y fue bautizada al mes siguiente con el nombre de Carmen Baldomera. Hija de Juan Delgado y Gertrudis de Delgado.
Pronunció sus primeros votos en septiembre de 1904 y sus votos perpetuos en 1914. Falleció en Los Teques. Dedicada a la atención de enfermos, no sólo se consagró al cuidado personal de los mismos, sino que se encargaba de lavarles la ropa, hacer de camarera y salir a recolectar las limosnas por aquellas calurosas calles de Coro, Ocumare del Tuy... y así día tras día.
Se cuenta que al llegar a cierto establecimiento, el dueño la recibía acremente:
- Vaya a trabajar! -Ella en silencio, seguía su camino. Hasta que un día... ingresa al hospital un infeliz en pésimas condiciones. Ella, como de costumbre lo acoge, lo asea y una vez limpio:
- pero si me parece que lo conozco...
- Ay, sí, Hermana; yo soy aquél. Ahora comprendo para qué pedía.
Un incendio... perdí todo y quedé en la ruina.
Y aquel hombre a la sombra de su caridad, se reconcilió con Dios y murió en paz.





Niña interna del Hogar "Inmaculada Concepción" de Maracay. Entre las muchachas del asilo hay una que destaca por sus extraordinarias cualidades morales. Es alta, más bien gruesa, de facciones ordinarias, cabellos negros y cortos, tez oscura; trato agradable, servicial y responsable. Es virtuosa y lo irradia dulcemente.
El libro de ingresos de 1914 nos la presenta así: "Damasia Tovar, de 7 años de edad, natural de Mariara, hija de Gregoria Tovar".
Del grupo de las mayorcitas, tenía a su cargo el cuidado de unas cuantas pequeñas, a quienes enseñaba a rezar y a ser buenas. Con especial delicadeza esquivaba toda murmuración de las religiosas de la casa, de quienes hablaba siempre bien. Dotada de una voz bellísima se elevaba en el canto de tal forma que en las zarzuelas era la primera voz, siempre con éxito; lo mismo en el coro de la parroquia.
Con ocasión de celebrar las Bodas de Plata sacerdotales del padre Hilario Cabrera, el Asilo preparaba una zarzuela en la que Damasia interpretaría el papel de una mamá enferma. Los ensayos, cada vez más satisfactorios, se interrumpieron bruscamente ante la inesperada enfermedad de Damasia, que según diagnóstico médico se trataba de una nefritis aguda. ¡Todo estaba tan adelantado y las mejores voces ya comprometidas! Ante el desconcierto del grupo y a pesar de la orden de reposo, ella los anima diciéndoles: -No se angustien. Yo haré mi papel y resultará mejor porque estoy enfrema de verdad. Efectivamente así sucedió, arrancando muchas lágrimas al público, en su última presentación.
Trasladada a Los Teques y luego a La Victoria, a todos edificó con su ejemplar conducta cristiana. Continuamente llamaba a la Sma. Virgen, pidiéndole viniera a buscarla y la obsequiaba con dulces cánticos. Era el mes de mayo. El 17 por la tarde le dice a Margarita Rodríguez quien la acompañaba: -Hoy es sábado y la Virgen no viene a buscarme. Margarita le responde: - No te preocupes, estamos en su mes y cualquier día es igual. Al día siguiente, 18 de mayo de 1930, al toque del Avemaría, la Virgen "vino a buscarla". Tenía 23 años y se fue con ella dejando una estela de imborrables recuerdos, y un gran vacío en los actos culturales o veladas que en el Asilo eran parte importante de las celebraciones.

Nuestra Madre María en sus escritos del 16 de mayo de 1930 nos deja este testimonio, muy valioso, por cierto.
"Mañana es aniversario de la canonización de mi querida Santa Teresita del Niño Jesús; por eso quise hacer mi retiro hoy, pero oh, voluntad tuya, Jesús mío, a las doce tuve que irme a La Victoria por la gravedad de mi querida Damasia; hice pues lo que pude. El domingo 18 (1930) entregó su alma al creador.
¡Qué hermoso vivir bien para tener la inmensa dicha de tener santa muerte!"

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