Por. Hna Gracelia Molina, arcj     
13/09/2019     




En las alegrías y en las aflicciones del tiempo presente, cuando la dureza y el peso de la cruz se hacen notar en esta Venezuela herida y fragmentada, el llamado de Dios a la caridad y a la solidaridad, a través del grito de los más vulnerables continúa resonando en los corazones de hombres y mujeres que apuestan por un país con igualdad de condiciones para todos. Los Consagrados en Venezuela, desde su vida escondida en Dios, desde la experiencia de una fe que sabe reconocer la sabiduría de la propia debilidad, se convierten en un signo evangélico de contradicción, que grita al mundo el amor desconcertante y profundo de Cristo.

En este trienio 2018-2021, el Horizonte inspirador de la Vida Consagrada en América Latina y el Caribe (CLAR), nos invita a reflexionar acerca del icono de las Bodas de Caná. Y en la realidad de nuestro pueblo Venezolano, las personas consagradas queremos ser transmisores de vida y vida en abundancia; queremos estar atentos como María de Caná, estar dispuestos al cuidado de los otros y de su entorno; queremos, como María, movernos, ir se salida, pensar más allá de nuestras propias realidades internas, como nos invita el Santo Padre Francisco ir hacia las periferias, hacia los excluidos, los más pobres, los olvidados, para que se pueda dar el milagro de convertir el agua de sus sinsabores en el vino nuevo, el vino mejor, el vino de la alegría y de la paz.

La actual crisis económica y social de Venezuela, es un momento ineludible para "dejarnos afectar", para optar por hacer algo, y dar respuesta. Es la hora, no es mañana. Quienes necesitan pan, alimentos, vestido y hogar están a nuestra puerta cada día. Ya es la hora, algo nuevo está naciendo, el milagro se está dando.

Hoy los consagrados oyen la voz de María que les dice: "Hagan lo que Él les diga", y responden a esta realidad con fuerza, ímpetu y pasión. Sirven a Dios en los más necesitados, a través de su trabajo incansable: ollas solidarias, comedores populares, educación, casas de abrigo, formación, acopio y distribución de medicinas, consultorios médicos gratuitos, distribución de ropa, lencería, programas de nutrición, entre otros.

La caridad no sabe de límites: Es hoy, es ya… con lo que tengo y con lo que soy… es la hora!… Aunque parezca sólo agua, aunque no haya esperanza de cambio, aunque la crisis nos toque de cerca a todos, aunque nos duela profundamente, aunque nos quite la ilusión de vivir. A pesar de todo, hoy los Consagrados en Venezuela están abiertos al milagro. Ya es la hora! Y este amor de Dios concretizado en lo tangible ha sido capaz de abrir innumerables sendas para llevar la Palabra y el amor de Dios a los más diversos ámbitos de nuestra sociedad.

Ya es la hora… el milagro se ha dado… la fiesta ha comenzado!



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